El gomashio ha sido una de las mejores incorporaciones a mi dieta (¡mil gracias Jose!). Su aroma y sabor le han convertido en un imprescindible de mi cocina. Lo utilizo para cualquier plato, pero especialmente para sazonar ensaladas, sopas y purés. Está tan bueno, que alguna vez me he comido una cucharadita a palo seco. Después de 2 años de dieta sin almidón, me hace recordar sabores casi olvidados. Si es vuestro caso, probadlo porque os va a dar mucha vidilla.

Gomashio

Ingredientes
  • 15-18 cucharaditas de semillas de sésamo crudo
  • 1 cucharadita de sal marina sin refinar
Elaboración
  1. Vertemos el sésamo en un colador y lo lavamos con agua fría.
  2. Ponemos una sartén al fuego sin aceite ni ningún otro tipo de grasa y cuando esté caliente, echamos el sésamo.
  3. Con ayuda de una cuchara de madera vamos moviéndolo constantemente para que no se queme. Poco a poco se va secando y los granos van soltándose, comienza a oler de maravilla y el sésamo empieza a saltar emitiendo chasquidos. Es momento de pasarlo de la sartén al mortero estriado o suribachi. Hay quien utiliza un molinillo eléctrico para molerlo.
  4. Añadimos la cucharadita de sal y comenzamos a molerlo con el mortero. El aroma es increíble y si lleváis tiempo sin comer pipas de girasol, palomitas o cacahuetes, os recordará un poco a todos ellos. Un placer para los sentidos…

Gomashio

Pero lo mejor no acaba en lo bien que huele y lo bueno que está. Además de «salar» nuestro plato, el sésamo estará aportando proteínas, grasas insaturadas (lecitina, que ayuda a regular los niveles de colesterol en la sangre), ácidos grasos esenciales (omega 6), minerales (sobre todo calcio), vitaminas del grupo B, vitamina E y fibra.

Para que no se rancie, es mejor comerlo rápido. A mi me dura una semana o semana y media. Suelo guardarlo en un tarro bien cerrado en el frigorífico.